Entre el Paseo de la Reforma y la avenida Insurgentes, dos de las principales arterias de la ciudad, está el fumadero de marihuana, a las mismas faldas del Senado de México. Allí se reúnen cada día decenas de personas, que son cientos al caer la noche, como si fuera la
zona de ocio y desenfreno de la capital. Fuman marihuana, plantan marihuana y venden marihuana, unos enormes cogollos de cannabis en el mismo sitio donde se congregan los senadores para poner orden en el país. Los jóvenes estuvieron largo tiempo acampados
para reivindicar libertad de consumo. Entonces eran apenas unas pocas y olorosas jaimas con pancartas que pedían la legalización del animoso vegetal, pero la ley aprobada el pasado noviembre, que regula el mercado, les ha dado alas y hoy el espacio se ha
convertido en una concentración digna de mejor época: decenas de jóvenes sin cubrebocas se desdibujan entre el humo compartido. A su presencia masiva acuden ahora los vendedores ambulantes, que por unos pesos les ofrecen chucherías y algo de beber. Sobre
todo, de comer, para cuando el hambre se hace notar: tacos, cocos, botanas, churros. Otros han tendido en el suelo mercadería complementaria: macetas para cultivo en casa, toda clase de pipas y papelillos de colores, pitillos ya liados. Un ecosistema que, de haber
sesiones habituales en el Senado, a saber si estaría tan animado. Tras el brote de covid en el Senado a finales de octubre, las sesiones son ahora virtuales.
El País: http://bit.ly/37fYfZc
